viernes, mayo 23, 2025

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Opinión

Hamlet

 

 

Daniel Tirapu


Interpretación de Hamlet.

 

 

 

 

 

Repito de memoria un pasaje que leí hace poco. Ante ciertas rarezas de Hamlet y sus remordimientos, dos personajes de la corte van a interrogarle, como espías. Hamlet se da cuenta de la treta y mantiene el siguiente diálogo. Sabéis tocar la flauta?, ahí tenéis una. No Señor, le responde. Vamos, le insiste, es fácil, es cuestión de soplar... y poned vuestros dedos en los agujeros. No Señor, no sé, contesta.

Por favor intentadlo. Señor, no por favor, os lo ruego. Hamlet explota: no sabéis tocar ese sencillo instrumento, una cosa simple, basta con soplar, y pretendéis saber de mí, tocar las cuerdas de mi espíritu, interpretar mis pensamientos, juzgar mis acciones, como si fuese un flauta; desapareced de mi vista o moriréis.

Acerquémonos de rodillas a la conciencia de los demás. Que no intentemos manejar a las personas, distingamos el error de la persona errada. No juzguéis y no seréis juzgados.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

 

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23 de mayo de 2025
“¡Enséñame a tratar a tu Hijo!”
Si no tratas a Cristo en la oración y en el Pan, ¿cómo le vas a dar a conocer? (Camino, 105)

Procura dar gracias a Jesús en la Eucaristía, cantando loores a Nuestra Señora, a la Virgen pura, la sin mancilla, la que trajo al mundo al Señor.

–Y, con audacia de niño, atrévete a decir a Jesús: mi lindo Amor, ¡bendita sea la Madre que te trajo al mundo!

De seguro que le agradas, y pondrá en tu alma más amor aún. (Forja, 70)

Busca a Dios en el fondo de tu corazón limpio, puro; en el fondo de tu alma cuando le eres fiel, ¡y no pierdas nunca esa intimidad!

–Y, si alguna vez no sabes cómo hablarle, ni qué decir, o no te atreves a buscar a Jesús dentro de ti, acude a María, «tota pulchra» –toda pura, maravillosa–, para confiarle: Señora, Madre nuestra, el Señor ha querido que fueras tú, con tus manos, quien cuidara a Dios: ¡enséñame –enséñanos a todos– a tratar a tu Hijo! (Forja, 84)

jueves, mayo 22, 2025

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22 de mayo de 2025
“Participaremos en su maternidad espiritual”
Recurre constantemente a la Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre de la humanidad: y Ella atraerá, con suavidad de Madre, el amor de Dios a las almas que tratas, para que se decidan –en su trabajo ordinario, en su profesión– a ser testigos de Jesucristo. (Forja, 911)

Si nos identificamos con María, si imitamos sus virtudes, podremos lograr que Cristo nazca, por la gracia, en el alma de muchos que se identificarán con Él por la acción del Espíritu Santo. Si imitamos a María, de alguna manera participaremos en su maternidad espiritual. En silencio, como Nuestra Señora; sin que se note, casi sin palabras, con el testimonio íntegro y coherente de una conducta cristiana, con la generosidad de repetir sin cesar un fiat que se renueva como algo íntimo entre nosotros y Dios. (Amigos de Dios, 283)

miércoles, mayo 21, 2025

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21 de mayo de 2025
“El trono de María es la Cruz”
Admira la reciedumbre de Santa María: al pie de la Cruz, con el mayor dolor humano -no hay dolor como su dolor-, llena de fortaleza. -Y pídele de esa reciedumbre, para que sepas también estar junto a la Cruz. (Camino, 508)

El trono de María, como el de su hijo, es la Cruz. Y durante el resto de su existencia, hasta que subió en cuerpo y alma a los Cielos, es su callada presencia lo que nos impresiona. San Lucas, que la conocía bien, anota que está junto a los primeros discípulos, en oración. Así termina sus días terrenos, la que habría de ser alabada por las criaturas hasta la eternidad.

¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra impaciencia! Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague enseguida el poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora la primera dificultad, nos quejamos. Somos, muchas veces, incapaces de sostener el esfuerzo, de mantener la esperanza. Porque nos falta fe: ¡bienaventurada tú, que has creído! Porque se cumplirán las cosas que se te han declarado de parte del Señor (Lc I, 45.). (Amigos de Dios, 286)

 

martes, mayo 20, 2025

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20 de mayo de 2025
“Cuéntale todo lo que te pasa, hónrala”
Ten una devoción intensa a Nuestra Madre. Ella sabe corresponder finamente a los obsequios que le hagamos. Además, si rezas todos los días, con espíritu de fe y de amor, el Santo Rosario, la Señora se encargará de llevarte muy lejos por el camino de su Hijo. (Surco, 691)

¡Cuánto crecerían en nosotros las virtudes sobrenaturales, si lográsemos tratar de verdad a María, que es Madre Nuestra! Que no nos importe repetirle durante el día –con el corazón, sin necesidad de palabras– pequeñas oraciones, jaculatorias. La devoción cristiana ha reunido muchos de esos elogios encendidos en las Letanías que acompañan al Santo Rosario. Pero cada uno es libre de aumentarlas, dirigiéndole nuevas alabanzas, diciéndole lo que –por un santo pudor que Ella entiende y aprueba– no nos atreveríamos a pronunciar en voz alta.

Te aconsejo (...) que hagas, si no lo has hecho todavía, tu experiencia particular del amor materno de María. No basta saber que Ella es Madre, considerarla de este modo, hablar así de Ella. Es tu Madre y tú eres su hijo; te quiere como si fueras el hijo único suyo en este mundo. Trátala en consecuencia: cuéntale todo lo que te pasa, hónrala, quiérela. Nadie lo hará por ti, tan bien como tú, si tú no lo haces. (Amigos de Dios, 293)

lunes, mayo 19, 2025

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19 de mayo de 2025
“Ella nos abre el camino hacia el Reino”
Haz tu amor a la Virgen más vivo, más sobrenatural. –No vayas a Santa María sólo a pedir. ¡Ve también a dar!: a darle afecto; a darle amor para su Hijo divino; a manifestarle ese cariño con obras de servicio al tratar a los demás, que son también hijos suyos. (Forja, 137)

Volvemos de nuevo a la experiencia de cada día, al trato con nuestras madres en la tierra. Por encima de todo, ¿qué desean, de sus hijos, que son carne de su carne y sangre de su sangre? Su mayor ilusión es tenerlos cerca. Cuando los hijos crecen y no es posible que continúen a su lado, aguardan con impaciencia sus noticias, les emociona todo lo que les ocurre: desde una ligera enfermedad hasta los sucesos más importantes.

Mirad: para nuestra Madre Santa María jamás dejamos de ser pequeños, porque Ella nos abre el camino hacia el Reino de los Cielos, que será dado a los que se hacen niños (Cfr. Mt XIX, 14). De Nuestra Señora no debemos apartarnos nunca. ¿Cómo la honraremos? Tratándola, hablándole, manifestándole nuestro cariño, ponderando en nuestro corazón las escenas de su vida en la tierra, contándole nuestras luchas, nuestros éxitos y nuestro fracasos. (Amigos de Dios, 289-290)

viernes, mayo 16, 2025

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Opinión

Primera comunión

 

 

Daniel Tirapu


Eucaristía.

 

 

 

 

 

El mes de mayo ha estado, como todos los años, lleno de primeras comuniones. Niños de marinero, niñas de blanco y tul, familias emocionadas, con vídeo, las primas de 15 años demasiado cortas de falda, todo, a veces un poco hortera. Para muchos es una ocasión de reunirse, un evento, una competición por organizar una mini boda sin boda.

Me da pena que muchos de esos niños no pisen la Iglesia más que de vez en cuando. Pero les tengo envidia, por su inocencia, sus almas limpias, su niñez, para recibir a Jesús, el creador, el salvador como alimento. Me acuerdo muy bien de mi primera comunión y de mi primera confesión, me dio de comulgar mi tío cura, que no cualquiera lo tiene. Jesús está a gusto con todos, pero especialmente con los niños, con los enfermos, con los desamparados, con los pobres.

Recuerdo también la comunión de las gemelas, en su época se ponían un traje horroroso de medio monjas de blanco y la comunión de mis tres sobrinos mayores. Les vi muy guapos, con un cierto aire de responsabilidad presidiendo la mesa (que suele acabar en el postre o incluso antes), sabiendo que hacían algo importante, que recibían a Jesús. Se me salta alguna lágrima, porque quisiera recibirte Jesús con la inocencia y la pureza de un niño.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

 

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16 de mayo de 2025
“Acude con confianza a la Virgen”
Cuando te veas con el corazón seco, sin saber qué decir, acude con confianza a la Virgen. Dile: Madre mía Inmaculada, intercede por mí. Si la invocas con fe, Ella te hará gustar –en medio de esa sequedad– de la cercanía de Dios. (Surco, 695)

Contemplemos ahora a su Madre bendita, Madre nuestra también. En el Calvario, junto al patíbulo, reza. No es una actitud nueva de María. Así se ha conducido siempre, cumpliendo sus deberes, ocupándose de su hogar. Mientras estaba en las cosas de la tierra, permanecía pendiente de Dios. Cristo, perfectus Deus, perfectus homo (Símbolo Quicumque), quiso que también su Madre, la criatura más excelsa, la llena de gracia, nos confirmase en ese afán de elevar siempre la mirada al amor divino. Recordad la escena de la Anunciación: baja el Arcángel, para comunicar la divina embajada –el anuncio de que sería Madre de Dios–, y la encuentra retirada en oración. María está enteramente recogida en el Señor, cuando San Gabriel la saluda: Dios te salve, ¡oh llena de gracia!, el Señor es contigo (Lc I, 28.). Días después rompe en la alegría del Magnificat –ese canto mariano, que nos ha transmitido el Espíritu Santo por la delicada fidelidad de San Lucas–, fruto del trato habitual de la Virgen Santísima con Dios.

Nuestra Madre ha meditado largamente las palabras de las mujeres y de los hombres santos del Antiguo Testamento, que esperaban al Salvador, y los sucesos de que han sido protagonistas. Ha admirado aquel cúmulo de prodigios, el derroche de la misericordia de Dios con su pueblo, tantas veces ingrato. Al considerar esta ternura del Cielo, incesantemente renovada, brota el afecto de su Corazón inmaculado: mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu está transportado de gozo en el Dios salvador mío; porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava (Lc I, 46–48.). Los hijos de esta Madre buena, los primeros cristianos, han aprendido de Ella, y también nosotros podemos y debemos aprender. (Amigos de Dios, 241)

jueves, mayo 15, 2025

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15 de mayo de 2025
“La hermosura de la santa pureza”
No se puede llevar una vida limpia sin la ayuda divina. Dios quiere nuestra humildad, quiere que le pidamos su ayuda, a través de nuestra Madre y Madre suya.

Tienes que decir a la Virgen, ahora mismo, en la soledad acompañada de tu corazón, hablando sin ruido de palabras: Madre mía, este pobre corazón mío se rebela algunas veces... Pero si tú me ayudas... –Y te ayudará, para que lo guardes limpio y sigas por el camino a que Dios te ha llamado: la Virgen te facilitará siempre el cumplimiento de la Voluntad de Dios. (Forja, 315)

Hemos de ser lo más limpios que podamos, con respeto al cuerpo, sin miedo, porque el sexo es algo santo y noble –participación en el poder creador de Dios–, hecho para el matrimonio. Y, así, limpios y sin miedo, con vuestra conducta daréis el testimonio de la posibilidad y de la hermosura de la santa pureza. (…)

Cuidad esmeradamente la castidad, y también aquellas otras virtudes que forman su cortejo –la modestia y el pudor–, que resultan como su salvaguarda. No paséis con ligereza por encima de esas normas que son tan eficaces para conservarse dignos de la mirada de Dios: la custodia atenta de los sentidos y del corazón; la valentía –la valentía de ser cobarde– para huir de las ocasiones; la frecuencia de los sacramentos, de modo particular la Confesión sacramental; la sinceridad plena en la dirección espiritual personal; el dolor, la contrición, la reparación después de las faltas. Y todo ungido con una tierna devoción a Nuestra Señora, para que Ella nos obtenga de Dios el don de una vida santa y limpia. (Amigos de Dios, 180)

miércoles, mayo 14, 2025

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14 de mayo de 2025
“Auxilio de los cristianos”
«Auxilium christianorum!» –Auxilio de los cristianos, reza con seguridad la letanía lauretana. ¿Has probado a repetir esa jaculatoria en tus trances difíciles? Si lo haces con fe, con ternura de hija o de hijo, comprobarás la eficacia de la intercesión de tu Madre Santa María, que te llevará a la victoria. (Surco, 180)

Es la hora de que acudas a tu Madre bendita del Cielo, para que te acoja en sus brazos y te consiga de su Hijo una mirada de misericordia. Y procura enseguida sacar propósitos concretos: corta de una vez, aunque duela, ese detalle que estorba, y que Dios y tú conocéis bien. La soberbia, la sensualidad, la falta de sentido sobrenatural se aliarán para susurrarte: ¿eso? ¡Pero si se trata de una circunstancia tonta, insignificante! Tú responde, sin dialogar más con la tentación: ¡me entregaré también en esa exigencia divina! Y no te faltará razón: el amor se demuestra de modo especial en pequeñeces. Ordinariamente, los sacrificios que nos pide el Señor, los más arduos, son minúsculos, pero tan continuos y valiosos como el latir del corazón.

¿Cuántas madres has conocido tú como protagonistas de un acto heroico, extraordinario? Pocas, muy pocas. Y, sin embargo, madres heroicas, verdaderamente heroicas, que no aparecen como figuras de nada espectacular, que nunca serán noticia –como se dice–, tú y yo conocemos muchas: viven negándose a toda hora, recortando con alegría sus propios gustos y aficiones, su tiempo, sus posibilidades de afirmación o de éxito, para alfombrar de felicidad los días de sus hijos. (Amigos de Dios, 134)

martes, mayo 13, 2025

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Cristianos en minoría

 

 

Daniel Tirapu


El Vaticano en una tarde.

 

 

 

 

 

He estado en Misa por la tarde. El sacerdote nos comentaba, que quizás España no es católica y que debemos acostumbrarnos a vivir como minoría. Habría que hablar mucho sobre esta cuestión, pero doy cómo válida la propuesta.

Mi experiencia de minoría católica fue vivir seis meses en Canadá. Allí te conocen en tu parroquia, puedes organizar un ciclo de cine, comer con tus amigos católicos y no católicos también, 24 horas de Exposición del Santísimo, la posibilidad de que niños y niñas se conozcan o que formen en el futuro una familia cristiana. La experiencia fue deliciosa, tengo más lazos allí con católicos que aquí. Pues bienvenida sea la minoría. El sí y la convicción sustituyen a la costumbre y la rutina.

Debemos dar ejemplo ante compañeros de trabajo, a veces, muy distraídos y explicarles el porqué de nuestra esperanza. Una especie animal dura veinte millones de años, quizás nosotros seamos los primeros cristianos. Y Jesús nos dijo que el fermento hará crecer la masa.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

 


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13 de mayo de 2025
“Señor, con tu auxilio, lucharé”
El canto humilde y gozoso de María, en el «Magnificat», nos recuerda la infinita generosidad del Señor con quienes se hacen como niños, con quienes se abajan y sinceramente se saben nada. (Forja, 608)

No me olvidéis que santo no es el que no cae, sino el que siempre se levanta, con humildad y con santa tozudez. Si en el libro de los Proverbios se comenta que el justo cae siete veces al día (Cfr. Prv XXIV, 16.), tú y yo –pobres criaturas– no debemos extrañarnos ni desalentarnos ante las propias miserias personales, ante nuestros tropiezos, porque continuaremos hacia adelante, si buscamos la fortaleza en Aquel que nos ha prometido: venid a mí todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas, que yo os aliviaré (Mt XI, 28.). Gracias, Señor, quia tu es, Deus, fortitudo mea (Ps XLII, 2.), porque has sido siempre Tú, y sólo Tú, Dios mío, mi fortaleza, mi refugio, mi apoyo.

Si de veras deseas progresar en la vida interior, sé humilde. Acude con constancia, confiadamente, a la ayuda del Señor y de su Madre bendita, que es también Madre tuya. Con serenidad, tranquilo, por mucho que duela la herida aún no restañada de tu último resbalón, abraza de nuevo la cruz y di: Señor, con tu auxilio, lucharé para no detenerme, responderé fielmente a tus invitaciones, sin temor a las cuestas empinadas, ni a la aparente monotonía del trabajo habitual, ni a los cardos y guijos del camino. Me consta que me asiste tu misericordia, y que al final hallaré la felicidad eterna, la alegría y el amor por los siglos infinitos. (Amigos de Dios, 131)